viernes, 3 de julio de 2009

Mayor compromiso

Dios demanda de nosotros un mayor compromiso. Al decir nosotros, me incluyo a mí y a aquellos pares míos que componen esta generación. Es la hora de que asumamos la posición que el Señor espera de nosotros en estos tiempos de turbulencia en los que vivimos.

La realidad del siglo XXI, con la consolidación del postmodernismo, nos habla de una sociedad que se está volviendo anti-cristiana, como lo dijera Junior Zapata, en su libro "La generación emergente". Esta realidad se está levantando frente a nuestras narices, sin que nosotros lo percatemos concientemente, por estar tan conformes con nuestra salvación y nuestras actividades cristianas.

Al decir que el esquema social se está volviendo anticristiano hablo principalmente de una corriente político - filósofica. Las corrientes ideológicas, de pensamiento, son marcan la tendencia de una sociedad. NO PODEMOS TAPAR EL SOL CON UN DEDO, y más aún, cuando nuestra pasividad demandará el juicio de Dios hacia nuestras vidas.

Una de las características de esta generación, sobre la cual estuve meditando en los últimos meses y tras conversaciones e intercambio de pareceres con amigos y me hizo llegar a la conclusión de que se trata de la realidad, es que hay un DESINTERÉS, una INDIFERENCIA muy peligrosa. En términos sencillos y vulgares, "a nadie le calienta nada". Esto equivale a no tener un compromiso con Dios.

Sin embargo, mientras "a nadie le caliente nada", al diablo sí le calienta y su plan avanza. La condenación y las ataduras a los niños, adolescentes, jóvenes, adultos y familia, SIGUE AVANZANDO, y a pasos agigantados.
Y ante este hecho, surge la pregunta: ¿Qué será de la iglesia en los próximos años? ¿Quién tomará la posta?

No puedo negar que esta interrogante me desveló bastante y la Biblia me llevó a una síntesis que, no por ser verdad, puede animar la indiferencia. En Mateo 16:18, el mismo Jesús dijo que las puertas del Hades no prevalecerían contra su iglesia.

Pero el panorama que observamos es alarmante y necesitamos volvernos a Dios.

Ser cristianos hoy no es fácil. Y el día de mañana, menos. A nivel mundial, avanzan las iniciativas que pretenden censurar el cristianismo por ser, según ellos, retrógrado, discriminador, excluyente, absolutista. El relativismo se impone, los valores sociales relacionados a la familia, matrimonio y sexualidad se están derrumbando, ante nuestros ojos, y en consecuencia, la sociedad en la que van a vivir nuestros hijos, las generaciones que nos sucederán (si esto sucede, porque Cristo viene muy pronto) será completamente hostil a la fe en el Dios de la Biblia, cuyos principios y mandamientos son absolutos y verdaderos.

Me tocó ver a muchos pares, amigos y gente cercana apartarse de los caminos del Señor, negando con su actual vida la devoción que en algún momento profesaron hacia Cristo. Me dolió y me sigue doliendo. Asimismo, he tenido el privilegio de ver y acompañar a otros que se habían apartado, fueron tocados por Dios y volvieron al primer amor. Ninguna otra cosa puede brindarme mayor alegría.

Al punto al que quiero ir es que veo, a nivel juvenil, un cristianismo demasiado debil, muy basado en la costumbre de "ir a la iglesia" y sin el fundamento sólido de una experiencia transformadora con Dios y en el conocimiento de la Palabra.
Sin estos fundamentos, lo que se vislumbra no es alentador.

Pareciera que la generación a la que pertenezco no se animó a asumir el rol del liderazgo de tomar la posta y encender a la generación emergente, de la manera en la que lo hicieron nuestros antecesores. Al haberse estancado este "traspaso", se trancó el avivamiento, la obra y el fuego comenzó a debilitarse. Al no ejercer un rol activo en el ministerio que el Señor nos encomendó, no existe razón por la cual pueda mantenerse encedido el fuego y, como la higuera a la que Jesús maldijo, comenzamos a secarnos.

La Biblia es clara, también, al advertir en Mateo 24:12 que "a causa de la maldad, el amor de muchos se enfriará". Cuando el amor se enfría, es mucho más fácil dejarnos seducir por las tentaciones, las seducciones del mundo y, sin darnos cuenta, podemos entrar en un proceso de autodestrucción espìritual, del cual solo tomamos conciencia cuando ya estamos demasiado embarrados y debilitados como para poder reaccionar.

Y mientras, el mal sigue avanzando y cobrándose vidas por las cuales la sangre de Jesús se derramó.

Nos estamos amando a nosotros mismos mucho más de lo que amamos a Dios, y de esa manera, estamos destruyéndonos a nosotros y el crecimiento de la obra de Dios, y aquel Padre bueno en quien creemos, es también el Juez severo ante el cual tendremos que dar cuentas (Romanos 11:22).

Me quebrantó mucho cuando el Pastor de la Iglesia donde me congrego dijo en una de sus prédicas que si no oramos, lloraremos. Mencionó que existe un plan a nivel mundial para acabar con el cristianismo, el rebrote del comunismo anticristiano, que en China persiguió a la iglesia, que tuvo que mantenerse y crecer bajo persecusión, dando a entender que si no nos levantamos, orando ya actuando, un destino similar se perfila para nuestra región.

A mitad del siglo XX, llegó un momento en el cual, la Iglesia cristiana, que estaba tan dormida, se encontró con que el nuevo régimen político no toleraba el cristianismo y comenzó el cierre de iglesias y la persecusión a base de torturas e incluso muerte, a aquellos hijos de Dios que rehusaban a negar su fe. En medio de historias durísimas que hoy conocemos a través de los libros, la Iglesia del Señor siguió avanzando con pasos ensangrentados por el dolor y persecusión, hasta conquistar hoy en día, cierto clima de libertad (aún no pleno) en la China Continental.

Tal vez, la situación "pre-comunismo" de la Iglesia china no se diferencie tanto de la nuestra actualmente, lo cual no percibimos por esa terrible indiferencia. Y mientras, Dios sigue llamando, tocando puertas entre sus hijos, buscando que alguien le responda.
Y pareciera que estamos tan entretenidos con el mundo (eclesial, incluso) que el ruido que nos rodea no nos permite escuchar su suave silbido de amor, pero a la vez, de advertencia.

Lo mejor de todo es que, al menos en el ámbito que nos rodea, este proceso ES REVERSIBLE. Por supuesto, no de forma automática. En medio de la debacle, encontramos la promesa de Dios en 2 Crónicas 7:14

"Si se humilla mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oran, y buscan mi rostro, y se convierten de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra".

Mientras haya vida, hay esperanza, y tengo fe de que podamos despertarnos del letargo, orar, buscar a Dios, darle nuestra vida y permitirle que nos use para transformar nuestra sociedad, nuestro tiempo.

Amemos menos el mundo y más a Dios. Las recompensas son eternas.

Espero que no nos demos cuenta de esto demasiado tarde.
Hasta ahora, hay tiempo.