domingo, 7 de febrero de 2010

Cómo transmite el mundo su sistema de valores

Semanas atrás, vi la película "The notebook", más conocida en el mundo hispano como "Diario de una pasión", luego de haber transcurrido bastante tiempo desde que tenía en mente verla. Linda, interesante, emocionante, romántica. Pero, luego de un profundo análisis que en base a ella hice, llegué a la conclusión de que no me gustó.

La película narra una historia donde la fuerza del amor triunfa más allá de los obstáculos, el tiempo y la distancia, manifestándose de una manera intensa y apasionada. Pero en el contenido del sándwich, introduce lo que el mundo trata de transmitir siempre: un sistema de valores (o antivalores), un código de conducta, una perspectiva de la vida. En este caso, la fornicación, pues como parte del amor, la pareja de la película tiene relaciones sexuales, sin que se consume esto bajo ningún concepto matrimonial ni que se haga énfasis en esto, como la Biblia enseña.

Es sabido que la sociedad contemporánea no sólo tolera, sino acepta como el estilo de vida más regular el tener relaciones sexuales prematrimoniales. Ni siquiera es cuestionado, como lo era hace relativamente pocas décadas atrás. Es normal para el mundo, podríamos decir que es elemento esencial del "amor" (entre comillas) y de toda "relación de pareja".

Y el modo a través del cual este paradigma se introduce y se consolida en las mentes de las personas, principalmente de los jóvenes y adolescentes que van descubriendo y construyendo su identidad, es a través de los medios de comunicación.

No soy un experto en sociología ni psicología, así que no soy apto para brindar datos estadísticos; sin embargo, sí puedo decir que un joven y adolescente contemporáneo constantemente ve constantemente películas, de forma muy regular. Es parte de la cultura cybernética y de los medios. Tal vez, además vea programas de televisión o series, en la mayoría de los casos, productos multimedia importados de "países de primer mundo" y también locales.

A través de todas estas vías, va siendo expuesto al contenido, muchas veces (la mayoría) interesante y entretenido, que los medios muestran, mas recibiendo de por medio el mensaje moral que ellos transmiten. En consecuencia, si su "sistema de valores y principios" no se refuerza con la misma o mayor intensidad, lentamente éste último se va debilitando ante la presión más persistente de aquel. Esto, como que dos y dos son cuatro.

Esta es la manera a través de la cual el mundo transmite su sistema de valores, su código de conducta. A través de la exposición constante de estilos de vida contrarios a la Palabra de Dios, a través de medios que aparentan inocentes y socialmente aceptados, tales como una romántica película como la mencionada. Nuestra mente así, resulta, bombardeada de información errada, si es que no tenemos el escudo de la fe para defendernos.

Al respecto, asocié esta reflexión con una reunión que tuve, meses atrás, acerca de un asunto jurídico académico, donde mencionaban que en el caso en estudio, la regla no se aprendía leyendo el artículo de una ley que lo dijera, sino sentencias donde se resolvían casos análogos, pues de tanto familiarizarse con la materia, implícitamente uno iba aprehendiendo la regla. Lo mismo - pienso - ocurre con lo que atañe a los principios y valores.

La Biblia es clara al respecto, cuando en Santiago 4:4 dice que la amistad con el mundo constituye enemistad con Dios. Mientras digo esto, no hablo de fomentar el aislamiento o la "monasterización" del cristianismo, sino de fortalecernos en el Señor y en su fuerza.

Cuando Jesús oró por sus discípulos (Juan 17), no pidió al Padre que los sacara del mundo, sino que los guardara del mal. Esto es clave. Necesitamos desarrollar raíces profundas en la Palabra de Dios, de manera a que nosotros y la generación que nos sigue tenga la suficiente madurez para adoptar una aptitud crítica ante el mundo que le rodea y los eventos que se suscitan. Es preciso que sepamos implementar un "filtro" moral para discernir lo que es bueno y lo que es malo, frente a toda información que recibamos. Esa es una característica de los hijos de Dios, los guiados por el Espíritu (1 Corintios 2:15), de manera a que seamos luz en las tinieblas, y la luz que hay en nosotros no sea también tinieblas (Lucas 11:35).

AMOR vs. LEY

¿Dónde encuentra el pecado su fuerza? La mayoría diríamos, de entrada, que en la naturaleza caída que heredamos de Adán. O tal vez, en el mundo, o en Satanás. Esto no es lo que la Biblia enseña.

En 1 Corintios 15:56, se nos dice: "Ya que el aguijón de la muerte es el pecado y el poder del pecado, la ley".

¿En la ley se encuentra el poder del pecado? Sí, eso es lo que la Biblia enseña y lo cual estuve meditando a partir de la lectura de un libro de John Bevere, el cual recomiendo: "Prohibido el paso al enemigo".

Como creyentes, muchas veces transformamos el cristianismo en un estilo de vida de reglas y prohibiciones. Es decir, un código de conducta, una ley a la cual nos sometemos o, al menos, deberíamos someternos.

A través de una reflexión post libro, y pidiendo la guía del Señor, llegué a la conclusión de que en numerosas ocasiones, la causa de la rebeldía a Dios se fundamenta en un paradigma de LEY con respecto a la obediencia de su Palabra. La concepción de norma, de ley, por lo general, inspira el deseo de transgresión. Esto lo avala la misma Biblia.

El apóstol Pablo, en Gálatas 5:18 dice: "Mas si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley". Esto es claro. NO nos damos cuenta que si somos hijos de Dios, nuestro punto de partida para la vida en Cristo no puede ser el sometimiento a una ley. Al decir esto, no me refiero a ignorar la Palabra del Señor y vivir libertinamente, sino a que nuestro enfoque debe ser otro.

Nuestra consagración y nuestra santidad deben ser consecuencia de nuestro profundo amor al Señor y a Su Palabra, lo cual siempre solo puede ser fruto de una relación cercana y personal con El. Jesús dijo: "Si me amaís, guardad mis mandamientos" (Juan 14:15).

Aquí hay una correlación directa entre amor y obediencia. La obediencia es fruto del amor. No de la ley. Al menos, con Jesús no puede ser así.

Mientras enfoquemos nuestro caminar de fe en el sometimiento a normas, basados en un paradigma de ley, solo sentiremos condenación, fracaso, y finalmente, la rebeldía brotará.

Pero si cultivamos y profundizamos una intimidad cercana con nuestro Dios, la obediencia florecerá en nuestras vidas a causa del amor que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado (Romanos 5:5).

Si el poder del pecado está en la ley, la fuerza de la obediencia está en el amor.

Cambiemos de perspectiva.