miércoles, 11 de mayo de 2011

EL PARTO DEL FUTURO

En contextos distintos e incluso más trascendentales, a nuestra generación le toca enfrentar un desafío de la misma relevancia de aquellos próceres de la gesta patriótica del 14 y 15 de mayo de 1811, que nos dio hizo independientes como nación.

Es inadmisible negar la deuda histórica que los paraguayos tenemos con nosotros mismos, porque es claro que no llegamos a ser lo que tenemos que ser y generación a generación pasa, casi con indiferencia, sin que haya un vuelco generacional que nos permita direccionarlos hacia la grandeza a la que el Paraguay emancipado en 1811 apuntó.

Los fundadores de nuestra Patria, como consta en la ratificación de nuestra Independencia en 1842, soñaron con una “nación fuerte, populosa, fecunda en recursos y en todos los ramos…”.

Se hace necesario reconstruir el ideal de Nación fuerte que únicamente se puede construir individualmente en el contexto de un esfuerzo mancomunado de toda la familia paraguaya, y significa ese orgullo sano de sentirse paraguayos, no como aspiración personal, sino como un logro nacional.

Paraguay - Nación fuerte, como lo soñaron los pioneros de nuestra Libertad, es una materia aún no aprobada. Paraguay pujante e inclusivo, Paraguay con desarrollo y oportunidades para todos, Paraguay referente y ejemplo entre las naciones, todos estos lemas son estrellas a alcanzar y desafíos que nos deben mantener intranquilos hasta salir del letargo y hacerlo florecer en la Conciencia Nacional.

En los albores de nuestra patria, uno de nuestros predecesores, Juan Andrés Gelly, publicó un libro titulado “El Paraguay, lo que es, lo que fue y lo que será”. Esa concepción necesitamos tener: un horizonte amplio que no se quede en el recuerdo del ayer o en la crítica del hoy, sino tenga en claro la esperanza firme de un futuro, que se construye desde el presente.

Perdimos muchas oportunidades históricas, nos restringimos a lamentar el pasado, y asumimos el presente con indiferencia, sin proyectar un futuro de gloria para nuestro país, tal vez, por la desesperanza de no tener la capacidad de ver más allá de la realidad limitante.

Con los ojos de la fe, podemos cerrar las páginas del pasado doloroso y mirar hacia delante. Necesitamos dar a luz el Paraguay que se viene, el país que es posible, pero que debemos construir.

El parto del futuro es doloroso y sangra, como diría el ilustre poeta paraguayo José Luis Appleyard. Pero si duele y sangra, también es cierto que hay un futuro por alumbrar. Si no nos direccionamos a ello, con la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve, perderemos la oportunidad que Dios nos brinda en nuestro peregrinaje por esta tierra, de hacer algo relevante, de cambiar un destino y dejar un legado que trascienda las generaciones, como lo hicieron los próceres de Mayo.

Es doloroso y sangra creer sin ver aún y actuar con una visión de largo plazo, que no se limite a un presente de inercia y supervivencia. Es doloroso y sangra tener esperanzas en expectativas tan altas y perseverar en el sueño a pesar del contraste con lo que ven los ojos naturales. Es doloroso y sangra trabajar por un fin más grande que cada uno de nosotros.

Pero si es doloroso y sangra, así también es valiente y heroico, como aquellos gestores de la Independencia Nacional, quienes se atrevieron a quebrar las cadenas que ataban al país de su tiempo, y hoy nos empujan a despertar de la visión de un país con futuro y esperanza para las generaciones que vendrán.

Y como difícil y lejano que parece, del mismo modo es posible y requiere de nuestra fe y paciencia, de nuestro esfuerzo y trabajo para ir haciéndolo una realidad y una obra que se prolongue en quienes nos sucedan.


Publicado por la Revista SomosUno - Edición Mayo 2011