miércoles, 3 de junio de 2009

TIEMPO SEGURO DE ESPERA

“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz y no de mal, para daros el fin que esperáis”
(Jeremías 29:11)


Cuando el profeta Jeremías escribía estas palabras, lo hacía en el contexto de una carta dirigida a los israelitas que se encontraban deportados en Babilonia, tras la conquista y saqueo del reino de Judá a manos de Nabucodonosor. Las circunstancias no eran fáciles y las esperanzas de la restauración eran remotas o, en términos humanos, prácticamente imposibles.
Babilonia era el imperio más poderoso de la tierra y ante Nabucodonosor temblaban los pueblos. Hasta la misma Biblia cuenta que se lo llamaba “rey de reyes” (Daniel 2:37). Pero esto no pasaba desapercibido en el cielo. Dios mismo, el verdadero Rey soberano sobre todos los reyes, había permitido, a causa de la desobediencia de su pueblo, que cayeran en manos de este rey impío. Sin embargo, él no había olvidado su pacto y al remanente apartado del mal que había quedado en medio de ellos.
Muchas veces he escuchado mensajes motivaciones con este versículo, y de veras que lo es. Tal vez, ninguno de nosotros hoy atravesamos por la humillación que para un pueblo significaba la deportación a un pueblo con cultura extraña y pagana, y la destrucción del Templo y la ciudad de Jerusalén.
Mas, a pesar de esto, Dios no abandona a su pueblo, que se sumergía en la desesperanza y la confusión, a causa de falsos profetas, y le anuncia que en setenta años, volverían a su tierra y serían restaurados, y que mientras ese tiempo no llegara, les manda que habitaran tranquilos y seguros en Babilonia y que se edifiquen casas.
Imaginate… ¡SETENTA AÑOS! No te digo que en tu vida también sean setenta años, sino que la conclusión a la que llego es que, por lo general, los plazos en los cuales Dios hace lo que nos promete, resultan ser más largos de los que nosotros, en su nuestra impaciencia, pensamos. Pero Dios dice y lo cumple. Y a los setenta años, como leemos en el capítulo 1 de Esdras, inicia el retorno de los judíos a su tierra y la restauración de este pueblo.
Así como los israelitas de entonces, hoy nosotros tenemos maravillosas promesas de Dios para nuestra vida, mas, aunque tal vez no tarden específicamente setenta años, probablemente las cosas no las veremos de la noche a la mañana, sino en el tiempo preciso y oportuno (gr.: kayros) de Dios, el cual la mayoría de las veces, desafía nuestro deseo de tener el control de las cosas y de ver resultados inmediatos. Te aseguro que no es nada fácil.
Para ello, tenemos a la Palabra de Dios, la que nos anima a que nos anclemos a la promesa y permanezcamos firmes, de manera a que mientras el “plazo de espera” transcurre, habitemos seguros, tranquilos y confiados, sabiendo que “FIEL ES EL QUE OS LLAMA, EL CUAL TAMBIÉN LO HARÁ” (1 Tesalonicenses 5:24).

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