domingo, 7 de febrero de 2010

AMOR vs. LEY

¿Dónde encuentra el pecado su fuerza? La mayoría diríamos, de entrada, que en la naturaleza caída que heredamos de Adán. O tal vez, en el mundo, o en Satanás. Esto no es lo que la Biblia enseña.

En 1 Corintios 15:56, se nos dice: "Ya que el aguijón de la muerte es el pecado y el poder del pecado, la ley".

¿En la ley se encuentra el poder del pecado? Sí, eso es lo que la Biblia enseña y lo cual estuve meditando a partir de la lectura de un libro de John Bevere, el cual recomiendo: "Prohibido el paso al enemigo".

Como creyentes, muchas veces transformamos el cristianismo en un estilo de vida de reglas y prohibiciones. Es decir, un código de conducta, una ley a la cual nos sometemos o, al menos, deberíamos someternos.

A través de una reflexión post libro, y pidiendo la guía del Señor, llegué a la conclusión de que en numerosas ocasiones, la causa de la rebeldía a Dios se fundamenta en un paradigma de LEY con respecto a la obediencia de su Palabra. La concepción de norma, de ley, por lo general, inspira el deseo de transgresión. Esto lo avala la misma Biblia.

El apóstol Pablo, en Gálatas 5:18 dice: "Mas si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley". Esto es claro. NO nos damos cuenta que si somos hijos de Dios, nuestro punto de partida para la vida en Cristo no puede ser el sometimiento a una ley. Al decir esto, no me refiero a ignorar la Palabra del Señor y vivir libertinamente, sino a que nuestro enfoque debe ser otro.

Nuestra consagración y nuestra santidad deben ser consecuencia de nuestro profundo amor al Señor y a Su Palabra, lo cual siempre solo puede ser fruto de una relación cercana y personal con El. Jesús dijo: "Si me amaís, guardad mis mandamientos" (Juan 14:15).

Aquí hay una correlación directa entre amor y obediencia. La obediencia es fruto del amor. No de la ley. Al menos, con Jesús no puede ser así.

Mientras enfoquemos nuestro caminar de fe en el sometimiento a normas, basados en un paradigma de ley, solo sentiremos condenación, fracaso, y finalmente, la rebeldía brotará.

Pero si cultivamos y profundizamos una intimidad cercana con nuestro Dios, la obediencia florecerá en nuestras vidas a causa del amor que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado (Romanos 5:5).

Si el poder del pecado está en la ley, la fuerza de la obediencia está en el amor.

Cambiemos de perspectiva.

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