martes, 7 de octubre de 2008

Reflexión navideña

Del 26 de diciembre de 2006. Un e-mail que mandé a la mayoría de mis amigos y conocidos, en ocasión de la Navidad de aquel año, como un intento de hacer entender la obra maravillosa de Jesús, la cual inició aquel día en que, hecho hombre, nació corporalmente. Aquí va.





REFLEXIÓN NAVIDEÑA

Tenía hace bastante tiempo el deseo en mi corazón de compartir con mis amigos, compañeros y conocidos en general, un mensaje reflexivo y espiritual, que se hace mucho más propicio ahora con ocasión de la Navidad.

Muchos sí, muchos no, quizás, habrán alguna vez reflexionado sobre la realidad de la vida, de su sentido trascendente más allá de las emociones y vivencias que a lo largo de los años nos tocó, nos toca y nos tocará vivir.

Es común que la vida se nos presenta, o más bien, que la tomamos con un sentido de eternidad, como si fuera que nunca tuviera un final… que los placeres, que las vivencias, las posesiones y todo aquello que, de alguna u otra manera, tienen un determinado y/o elevado valor, estarán disponibles para nosotros por tiempo indefinido, indeterminado. Creemos que todo lo que podamos o lleguemos a ser, tener, alcanzar, experimentar tendrá duración perpetua y, de cierta manera, que la vida en sí se limita a eso, a actividades rutinarias que se repetirán siempre, que los placeres, riquezas, posesiones, etc. son el fin supremo que podemos alcanzar y nada más. Bueno, habrá excepciones de personas que persiguen un determinado ideal, un sueño altruista, un fin noble, pero al fin y al cabo, todo se limita a la vida aquí, en el planeta Tierra, sin más complicaciones que eso (¡como si no bastara!). De hecho que yo, también, me considero una persona que realiza ciertas actividades rutinarias, que persigo ciertos fines, que tengo sueños, anhelos, que busco caminar por la senda de la superación y la elevación personal.

La sociedad de hoy (o de siempre, no lo sé) nos enseña a "vivir" la vida. Con mayores o menores limitaciones morales, cada uno adopta su propio estilo de vida, su propia escala de valores, los sueños que decidirá perseguir, y así, podemos concluir que la vida se vuelve un ciclo, un círculo vicioso que se vuelve a repetir, con la "única diferencia" de las particularidades que cada persona toma para su propio existir.

Sin embargo, para sorpresa de todos (no tanto), para alegría de unos y lamento de otros, aunque toda esa vida de la que les estuve hablando puede estar bien, no todo termina con esta vida: nuestra realidad suprema no se limita a sólo esto. Esta vida es pasajera, efímera y, a más de eso, tan sensible que la podemos perder en cualquier momento, ¿acaso no? Esta vida en la tierra que tanto amamos, que tanto cuidamos, por la que tanto nos esforzamos (sin significar que eso está mal) no la tendremos por siempre y no significa el todo de nuestra existencia. ¡No! Hay una realidad superior que ignoramos, o que puedo deducir que ignoramos por el estilo de vida que llevamos, que es necesario comprender para poder, en verdad, "vivir" esta vida con un sentido de transitoriedad y a la vez existir con un sentido de eternidad.

Aunque no lo creamos o no lo pensemos con frecuencia, la muerte física puede sorprendernos en cualquier momento y cuando menos la esperamos. Para muchos, quizá, su encuentro con ella será durante la ancianidad; para otros, durante la adultez; para otros, durante la juventud. El tema es que no sabemos cuándo ni nunca lo sabremos hasta que nos llegue ese momento, el cual será demasiado tarde como para reflexionar sobre eso.

Solemos prepararnos para todas las etapas de nuestra vida, solemos proyectar lo que haremos de aquí a un período de tiempo, solemos pensar qué carrera seguir, qué rumbo laboral tomar, qué sueño o proyecto emprender, pero – me atrevo a decir – no acostumbramos planificar, ni siquiera pensar, acerca de aquel único suceso con el cual tendremos que enfrentar indefectiblemente, como mortales que somos: la muerte (valga la redundancia).

Sí, queridos amigos, tendremos que enfrentar la muerte y nunca nos hemos preparados para eso, nunca hemos planificado nada al respecto, y lo más sorprendente de esto, es que ese día no podrá ser evitado, pues se trata de una ley que trasciende los límites de lo natural y es parte del orden establecido que rige a todos los seres vivientes y, por tanto, por nadie podrá ser burlado.

Y lo más importante de esto es que, producida la muerte, se activará la verdadera realidad que, aunque no vemos, es lo que en verdad "es".

No somos solamente materia, no somos solamente este cuerpo que con los años se envejece y luego de muertos empieza a descomponerse. Tenemos un componente espiritual, donde se encuentra realmente nuestra esencia que, si bien lo solemos tener dormido mientras transitamos por la tierra, irremediablemente será activado cuando nos llegue la muerte.

Yo te pregunto ahora: ¿Cuán preparado creés que estás para ese día? Y obviamente no te estoy pidiendo que me des una respuesta a mí, sino a vos mismo. ¿Cuán listo estás para morir? ¿Alguna vez pensaste que la muerte podría estar tan cercana a vos y que, sí o sí, llegará el día en que te enfrente? Lo cierto es que podés morirte hoy como dentro de 90 años, también, pero el tema es que no sabés cuándo. Puede ser hoy.

Existe una vida más allá de esta vida, y esa vida es la "verdadera vida", tu destino final no son los sueños que logres realizar en la tierra, sino el paradero al que llegues una vez concluida tu peregrinación aquí y el día en que mueras, será demasiado tarde como para que puedas reflexionar al respecto, porque todo ya estará dicho y determinado acerca de lo que sea "tu vida", a partir de ese momento.

Sin embargo, HOY estás a tiempo. Hoy podés darte cuenta de cómo estás viviendo y cómo tendrías que estar viviendo. Hoy podés cambiar de rumbo y dejar de vivir la vida en la tierra con sentido de eternidad y empezar a darte cuenta de su transitoriedad y de la existencia de la vida que sí es eterna y que, llegado el día, tendrás que "empezar a vivir" y para siempre. Y Dios está interesado en que tomes conciencia de esto, porque tu vida cuelga de un hilo (la de todos los seres humanos) y es tiempo de abrir los ojos, y ver y empezar a caminar rumbo a la eternidad.

Dios está interesado en que dejes de ignorarlo o dejes de tomarlo como un accesorio de tu vida, para que puedas conocer la Verdad y vivir conciente de que Él es quien sostiene el universo en sus manos, de que es Él quien sostiene tu vida en sus manos y de que lejos de Él, corrés serios peligros.

Cuando te mueras, tu espíritu va a seguir viviendo, o sea, vos vas a seguir existiendo. Sólo existirán dos posibles destinos finales para tu vida: la eternidad con Dios o la eternidad sin Dios. La eternidad con Dios es lo más sublime, perfecto, agradable y maravilloso, que incluso supera la capacidad máxima de lo bello que la mente puede imaginar. A contrario sensu, la eternidad sin Dios es lo más repugnante, patético, doloroso y feo, que aún la mente humana no puede alcanzar a comprender. Este mundo espiritual, que es lo que en verdad "es", funciona bajo principios absolutos que no admiten término medio; funciona con superlativos. Así como la eternidad con Dios será lo mejor, la eternidad sin Dios será lo peor. Uno de los destinos será el tuyo.

Acerca de eso, principalmente, vengo a hablarte, porque es el anhelo de Dios lo mejor para vos: eso es la eternidad con Él. Sin embargo, eso no va a darse de manera automática y sin que medie la voluntad con la cual Dios te creó. Por eso, respecto a lo que será tu eternidad, tendrá vital importancia la decisión que vos tomes.

No es cierto que todos los caminos conduzcan a Roma, como muchos afirman. El relativismo en lo espiritual no existe. Las cosas son blancas o son negras, y creo que aquí viene el quid de la cuestión: hay UN camino que nos lleva a esa eternidad con Dios, con el Creador que nos dio la vida y que hizo el cielo, la tierra y el mar. Este es el mejor destino que existe para nosotros y éste debe ser el tuyo, pero eso va a depender exclusivamente de vos.

Ese único camino es JESÚS y acerca de Él quiero hablarte. Aquí la reflexión va relacionándose con la Navidad y empezaré a ser claro con el fin que persigue este texto. Jesús es el camino para llegar al cielo, a la que tiene que ser nuestra morada eterna. Él es el camino a la eternidad con Dios y, si quieres llegar a ella, no habrá otra ruta que puedas tomar.

A causa de nuestra indiferencia hacia Dios, de nuestro rechazo hacia Él y hacia lo que Él mismo estipuló como reglas para nuestra estadía aquí en la tierra, Jesús – el Hijo de Dios –, decidió venir en forma humana a la tierra, de concepción virginal. Nació de María en un pesebre de Belén (Israel) hace más de dos mil años y su propósito fue comprar la salvación y la reconciliación de todo el género humano con Dios a través del sacrificio expiatorio que hizo en una cruz romana, lo cual, aunque le costó mucho, lo logró. Así, de esta manera, abrió el camino de la salvación a nosotros, para que pudiéramos caminar rumbo a la eternidad con Dios.

En esto está el verdadero sentido de la Navidad, pues en su vida, muerte en la cruz y posterior resurrección, está la magnífica oportunidad que tenemos de reconciliarnos con Dios, a quien todos – absolutamente todos – hemos fallado y desobedecido, en mayor o en menor cuantía, tal vez.

Ese Jesús, que hoy resucitó y está en los cielos, es quien te dio la oportunidad de salvarte de una terrorífica eternidad sin Dios. ¿Por qué terrorífica, si Dios es tan bueno? Porque donde falta Dios, todo es negro, vacío, terrorífico, etc., puesto que si su presencia es lo mejor que puede existir, su ausencia es lo peor. Y ¿por qué Dios falta allí? Porque fue rechazado por las personas y la eternidad es "eterna".

Es grave esta situación justamente por eso, porque la eternidad es eterna, y por ende, el dolor será eterno. Pero como te dije antes, hoy estás a tiempo de cambiar de rumbo. Hoy estás a tiempo de que la eternidad sea diferente para vos, abriéndote a Jesús y reconociendo que mediante lo que Él hizo en la cruz tenés la posibilidad de vivir una eternidad con Dios, es decir, reconociéndole como Salvador y que le necesitás. Eso es tan sencillo como complicado. Tan sencillo porque sólo requiere tu fe y tu entrega a Él, tan complicado porque requiere dejar de lado tu orgullo y tu autosuficiencia, para admitir lo débil que sos y cuán necesitado de Dios estás. Sin embargo, es la única y mejor salida que tenemos los seres humanos, la mejor esperanza que hay, el mejor destino que podemos alcanzar, del cual ni siquiera podemos hacernos idea, sino sólo saber que existe y que será nuestro paradero por siempre.

Pero nada de esto será mágico ni automático. Si de tu parte no hay una decisión que responda a este llamado, seguirás viviendo la ilusión de que esta vida terrenal es todo y estarás caminando, sin lugar a dudas, a una eternidad sin Dios, aunque no lo creas.

Hoy tenés la oportunidad de cambiar de rumbo, mediante la decisión de aceptarle o de rechazarle a Jesús. Yo un día lo acepté y cambió mi vida. Voy rumbo a la eternidad con Dios, al mejor destino, pero mientras tanto, la vida aquí en la tierra adquiere nuevo significado, porque Él vive en mí y con Él todo es diferente. Sigo teniendo problemas, sigo enfrentando conflictos, siguen existiendo luchas, pero con Jesús adentro, las cosas se tornan muuuuuy diferentes, pues la óptica desde la cual se percibe esta realidad terrenal es muy diferente.

Festejar la Navidad no tendrá sentido si Jesús no nace en tu corazón, porque será celebrar un motivo en el cual no tenés parte, porque así vos lo decidiste.

Creo que logré transmitirte lo que estaba interesado en transmitir y me siento más tranquilo. En tus manos está una llave que puede llevarte al mejor estilo de vida que se pueda vivir: la vida con Dios y rumbo a la eternidad con Dios. Jesús es el camino y vos podés empezar a vivir esa vida, abriéndote a Él, reconociendo la necesidad de salvación que tenés y que sólo Él te puede dar, y invitándole a Él a que entre en tu corazón. Tan sencillo como complicado, ¿verdad?

Ese es el primer paso para iniciar la mejor vida que puedas vivir. Habrá muchos más que te enseñarán cómo vivir esa nueva vida que decidiste tomar, pero por supuesto, no puedo resumir todo en un mensaje, para no hacértelo demasiado largo.

Me gustaría que, si aceptaste el mensaje y el desafío que te acabo de transmitir, puedas responderme este e-mail. Me alegrará mucho.

Que Dios te bendiga, que puedas pasar una Feliz Navidad, con Jesús en tu corazón y ojalá puedas ser parte de las personas que se entregan a Él. No habrá nada mejor para vos.

Con mucho cariño y respeto,

José Rafael Agüero Avila

(Coco)

jose.rafael.aguero.avila@gmail.com

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