sábado, 4 de octubre de 2008

Un cambio de parecer sobre mi generación

Publicado originalmente el 13 de setiembre de 2008

Finalmente, después de un largo proceso, puedo llegar a conclusiones claras que cambian mi concepción de las cosas, de los tiempos. Logré despojarme de un paradigma maniqueísta (aprendí este vocabulario de escucharle a Nicanor jaja).
Es cierto que lo bueno y lo malo existe, y que no existen puntos intermedios entre ambos. Pero a la par existen patrones culturales que no tienen que ver con conductas positivas o negativas, sino con medios para expresar conductas y mensajes. Estos medios no son en sí mismos ni buenos ni malos, sino en la medida de su efectividad para comunicar conductas o mensajes, los cuales sí pueden ser buenos o malos.
Frecuentemente, me veía rodeado por el pensamiento de que la generación actual era indiferente hacia Dios, irreverente y, por ende, que la obra de Dios se estaba debilitando a causa de no existía una juventud realmente entregada a él. Esto, quizás, como consecuencia de no entender los cambios culturales propios del posmodernismo en que viven, o de creer que los gustos y tendencias de una tradición ya pasada sean equivalentes al gusto de Dios o al concepto de santidad.
Dios realmente hizo pedazos mis odres viejos (valga decir, mi mente) para que pueda recibir el vino nuevo. Es imposible enfrentarse a la sociedad del siglo XXI con una mentalidad del siglo anterior, de tiempos anteriores. Es sumamente difícil discipular y trabajar con esta generación, siguiendo patrones ya vetustos e inaplicables para estos tiempos.
El mensaje no ha cambiado. La verdad de la Palabra de Dios sigue siendo la misma. La necesidad primera, fundamental y última del corazón humano es y será siempre encontrar a Dios y hallar en Él, el sentido verdadero de la vida.
Pero el envoltorio debe cambiar, porque la sociedad ha cambiado. Los patrones de comunicación no son los mismos, ni las costumbres, ni el lenguaje, ni las estructuras de pensamiento.
No debemos ver en sí mismo al posmodernismo como un arma en contra de Cristo y su Palabra. Ninguna estructura social en sí misma lo era. El conservadurismo que todavía pelea por subsistir no era precisamente el modelo social más apropiado a la Palabra de Dios, porque realmente era la máscara de una sociedad moral por fuera, pero podrida e hipócrita por dentro. El progresismo en sí mismo no es negativo, sino más bien una nueva actitud hacia la vida, y que no necesariamente contradice el Evangelio.
Los jóvenes de esta generación realmente anhelan y necesitan a Jesús, por el hecho de ser humanos y ser creados por el Padre con "el mismo vacío con el tamaño de Dios" que todos los seres humanos. No los juzguemos por no encuadrarse a estereotipos tradicionales no precisamente bíblicos, sino abrámosle las puertas de nuestro corazón para creer en ellos y darles el lugar que el corazón de Dios les da.
Me sentí muy desafiado y trastocado en mi manera de pensar con respecto a cómo ver a esta generación, tras volver de la "Convención Internacional de Liderazgo Juvenil", en Mendoza - Argentina, la pasada semana, y al culminar de leer recientemente el libro "Cambio de bastón", de Peter Lyne, el cual lo comencé a leer sin necesariamente comprender cabalmente el contenido del mismo. Rara coincidencia, o más bien, una oportunidad más que me dio Dios para adaptarme a los cambios y renovar mi entendimiento.
Es sumamente fácil mirar a esta generación, condenarla y decir que "está lejos de Dios" o que "los jóvenes cristianos no están interesados en las cosas de Dios", etc, etc. Es muy fácil juzgar. Siempre lo ha sido. Es fácil mirar con nuestros ojos humanos limitados y con nuestra mente terrenal tan finita. Lastimosamente, o mejor, AFORTUNADAMENTE, la mente de Cristo (perfecta y la que dice la Biblia que como hijos de Dios tenemos) es distinta. Dios ve y llama las cosas que no son como si fuesen. Me animo a decir que nuestro Papá Dios tiene más esperanzas en esta generación que en las anteriores, que quizá tuvieron más apariencia de piedad.
Me sorprendió mucho la comparación que hacía Peter Lyne en su libro, acerca de las generaciones y Abraham, Isaac y Jacob. Aquel que dio nombre a la Nación que Dios eligió como pueblo suyo y para que viniera el Salvador, fue Jacob. Ya no siemprea a lo largo de la Biblia se sigue diciendo con asiduidad el "Dios de Abraham, Isaac y Jacob", sino más bien, el Dios de Jacob o Dios de Israel.
Jacob, cuyo propio nombre significaba "suplantador" o "engañador", fue el elegido para ser el Padre de un país, del pueblo elegido por Dios. Su nombre y su "foja de servicios" no era precisamente la más apropiada para un siervo de Dios. Sin embargo, lo fue y hasta hoy su nombre sigue figurando en el mapa como el nombre de un Estado. Dios le cambió el nombre y cambió todo en él, pero ese cambio y esa transformación se dio entre Dios y Él... no estuvieron Isaac, ni Rebeca ni Esaú. El trato de Dios con Él fue personal.
Hoy, después de todo lo que Dios me hizo aprender con este proceso, puedo ver a mi generación, a mis hermanos en la fe y ya no juzgar... sino ver el potencial y el llamado que Dios tiene para cada uno de ellos en particular, y colectivamente, como generación (dentro de la cual me incluyo).
Basta de juicios, prejuicios y reproches. Voy a ver lo que nadie vio... lo que ya vio Dios. Voy a creer y llamar las cosas que no son como si fuesen. Tengo esperanzas en esta generación, porque Dios la tiene. Y soy parte de ella. Es la generación de la esperanza... la que va a impactar esta nación y hasta lo último de la tierra. Así Dios lo decidió y programó, aunque nuestra mente finita no lo entienda.

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